miércoles, 11 de agosto de 2010

Su pigmalión




Entró en su estudio de trabajo. Se colocó su bata blanca que por mucho que la lavase conservaba las manchas de barro de sus anteriores creaciones. Cogió el taburete, ese que tanto le acompañaba. Alargó la mano y acercó su mesita de instrumentos para comenzar a trabajar: buriles, gubias, formones, escoplos, cinceles… y con sumo cuidado retiró la sábana que la cubría.
Era bella y hermosa para él. La intentaba crear a su antojo. Buscaba que fuese perfecta, la mujer ideal. Nunca ninguna creación anterior le había costado tanto como esta. Cada día que pasaba se encontraba con un imprevisto que trataba de solventar pero que al día siguiente era acompañado por otro.
Su escultura se le revelaba, parecía que no quería que no quisiese que la terminasen de crear.
Buscaba su forma, cincelaba con sus herramientas su figura. Intentaba entrar en su mente para poder crearla con una sonrisa pero que esa sonrisa siempre se le resistía, con su formón se la dibujaba pero a los pocos segundos desaparecía.
Su creación no era feliz, algo en su interior la atormentaba y su pigmalión no podía hacer nada para solucionarlo. O quizás su forma de trabajar en este caso no era la más adecuada pero no encontraba otra con la que realizarla.
“Háblame, dime qué te preocupa, qué te impide ser feliz y mostrarme tu sonrisa, bella criatura” (le imploraba) pero evidentemente no obtenía respuesta por más que se lo gritaba.
Así pasaron varios meses y por mucho que lo intentó no hubo manera de que su rostro reflejase la alegría, el pigmalión se sentía frustrado, cada vez se sentía con menos fuerzas y no le quedaban ganas para seguir trabajando con Ella.
Hasta que una mañana al quitarle la sábana y destaparla, descubrió que se había deshecho, estaba tirada en el suelo y su rostro, ese rostro que tantas veces intentó que albergase una sonrisa llevaba dibujada dos lágrimas que recorrían su bello y hermoso rostro.

“No eras feliz ¿no? Pero nunca llegaste a confesármelo aunque sí a tu manera”.
Cogió su cincel y con él se atravesó el corazón. La vida no tenía ya sentido sin su creación se sintió vacío y frustrado por no poder haber conseguido hacerla sonreir.

2 comentarios:

  1. Hola, Moniquilla. Muy bueno el relato, aunque de momento mi preferido es "Noche". Saludos. Borgo.

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  2. Gracias , espero que sean de tu agrado el resto de cosas que publique. BESOS.

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