domingo, 8 de agosto de 2010

Noche

Se encontraba frente a la pantalla del ordenador sin saber muy bien lo que hacía. Necesitaba desahogarse y no encontraba la manera de conseguirlo, y sin más, se limitaba a escribir una palabra detrás de la otra sin que tuviesen sentido ninguno.


Era ya tarde y al día siguiente tenía que levantarse temprano para trabajar pero no podía separarse de la pantalla del ordenador, sus dedos permanecían pegados al teclado, las palabras brotaban de sus dedos sin parar pero sin coherencia alguna, como intentando tomar sentido por ellas mismas en la pantalla, buscando su propia ubicación dentro de las oraciones.

Ni se acordaba que no había cenado solo había bebido agua de una botella que permanecía perenne al lado del ordenador. Cada vez se encontraba más nervioso, no encontraba la solución a su problema, las palabras seguían saliendo a borbotones. Sabía que nadie leería aquello, que estaba escribiendo para él pero por lo menos eso le ayudaría, sacaría lo que le agobiaba y se quedaría olvidado en aquellas líneas de aquel documento.

Había traicionado a un amigo. Había roto la barrera que da la confianza. Había hecho el idiota. Había sido un imbécil pero ya no podía dar marcha atrás. Deseaba volver a la infancia, a los cuentos que le solía contar su madre a los pies de su cama donde los magos y las hadas con el solo gesto de mover una varita mágica solucionaba los problemas pero eso ya no era posible, ya era un adulto una persona madura ( o eso decían) capaz de pensar dos veces las cosas que hacía. Menos esa vez, esa vez no lo pensó y metió la pata y la hundió hasta el fondo y se sentía fatal por eso no se retiraba del ordenador necesitaba hacer retroceder el tiempo y se le escapaba de las manos.

Necesitaba aire, se asomó a la ventana y vio que había luna llena y encontró la solución: tomó impulso e intentó alcanzar la luna con sus dedos...

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