domingo, 30 de enero de 2011

EL CARNAVAL DE LA VIDA



La vida es un carnaval y a mí se me ha olvidado ponerme el disfraz.


Todo el mundo pasea por las calles entre gritos de jolgorio y algarabía. Los observo, son felices, y si no lo son, lo disimulan con su disfraz.

Tomo nota de sus reacciones, para estudiarlas, analizarlas, aprendérmelas y llevarlas a mi vida pero las veo ajenas a mí, distantes, no veo mi mundo y sus mundos como paralelos sino como distantes.

Todo, absolutamente todo a mi alrededor es libertad, felicidad llevada al límite. No comprendo como un simple disfraz o una minúscula careta pueda servir y ayudar a tanto.

Pregunto a un arlequín el lugar donde compró su disfraz y amablemente me lo indica. Voy corriendo al lugar. Salvo todos los obstáculos que me encuentro por el camino y cuando estoy a escasos 15 metros de la tienda observo que ya ha cerrado, que las puertas para que yo participe en el “carnaval de la vida” están ya cerradas para mí.

Tendré que seguir mostrando mi ridícula cara ante el mundo, porque, como siempre, he llegado tarde incluso al carnaval de la vida.

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